Poemas de la vejez o del adiós

Yo que dejé en cada rincón de tu cuerpo el cuerpo mío, yo que escribí por los destinos de mi vida tu nombre y que llené el vacío del silencio gritando a los cuatro vientos tu nombre, yo que hoy ya solo  soy ausencia sigo so ñ ando el mundo perfecto que era contigo.

Adios, amor, cuando quieras saber de la que fuiste entre mis sue ñ os, búscala en mis poemas, allí habita la ausencia, todos los días que no nos fueron dados. 

Tengo ese vacío  que habita en los que un día conocieron el amor, aquellos que rozaron el cielo al descubrir la eternidad en una mirada. Tengo esa tristeza de los que algún día  amaron.

Es domingo. El sol del verano brilla esplendido. El cielo azul es acariciado por una suave brisa. El jardín ha florecido y los robles verdes y poderosos se mecen rebosantes de vida. En el balcón está servido el desayuno, el olor del jamón y los huevos recién hechos se esparce en el aire, los brötchen dorados  y un café con el aroma de mi patria me acompañan a leer el periódico. El mundo parece perfecto, pero tú no estás, ya nunca más en los bellos días del verano desayunaremos juntos.

Q ué será de las palabras derramadas en su piel, qué de los versos y besos perdidos en su cuerpo. Qué será de mí sin esa historia nuestra que ya nadie escribe. Qué será de ella que me mira burlona y no sabe que se ha robado mi vida. Qué será lo que tiene ese amor que sólo yo recuerdo y que no la olvida.

  La so ñ é tantas noches y en algunas estrellas la intuí, sentía que estaba cerca. La nombre en mis días tristes, en las soledades que atravesé y algunas noches en que la lluvia me miró enamorada. La quise siempre y la busqué toda la vida, pero nunca nos cruzamos.